Por Domingo Caba Ramos
Más que una niña de apenas seis años, Nicol parece un adulto en miniatura. Así se pone de manifiesto cada vez que escuchamos sus ingeniosas ocurrencias o apreciamos su asombrosa inteligencia. Los fraternos lazos de amistad que me unen a su padre ha sido determinante para que la tierna infante siempre me haya llamado “tío”.
Una noche de estas me encontraba de visita en la casa del amigo. Nicol, tirada en el piso e indiferente por completo al contenido de nuestra conversación, observaba detenidamente la foto de un viejo periódico. De repente la niña abandonó su sitio, se acercó a mí, y sin mediar palabras, con su frágil cuerpecito recostado en mis piernas, me dijo, mientras señalaba la foto mencionada:
“-Tío, yo quiero ser como ella…”
-¿Cómo quién? – le respondí.
“- Como Sobeida” – me contestó.
Su padre, al oír tan inesperada respuesta, quedó mudo. Yo también. Más, cuando me repuse del impacto, le pregunté:
-¿Y por qué?
- “Porque es bonita y famosa, tiene mucho dinero, todo el mundo la quiere, sale mucho en la televisión y cuando llega al país la reciben igual que al Presidente”
Me quedé nuevamente en silencio y fue entonces cuando comprendí el planteamiento marxista del escritor francés Louis Althusser (1918 – 1990), quien en su libro “Ideología y aparatos ideológicos de Estado” afirma que los medios de comunicación ponen al individuo a vivir una realidad imaginaria, creándole, por consiguiente, una “Falsa conciencia de la realidad”
En nuestro país, han sido esos medios de información quienes se han encargado de forjar en las mentes de niños y jóvenes una falsa imagen acerca de la reclusa Sobeida Félix Morel, presentándola como ícono, símbolo o modelo a seguir. Así nos encontramos con comunicadores a los cuales parece importarles más el estilo de vida de Sobeida, que la conducta criminal que hoy la mantiene en prisión. Comunicadores cuyos desvelos es saber qué comió Sobeida, cómo durmió Sobeida, a qué hora se baña Sobeida, cuántos cuesta la cartera de Sobeida, y/o proyectar la cara sonriente de Sobeida.
A la inquieta Nicol tuve que presentarle la verdadera imagen de Sobeida. La imagen que los medios de comunicación ocultan o no les interesan destacar. Le dije que esa prisionera ha transgredido todas las normas sociales: que está presa por incurrir en actos dolosos, que abandonó a sus hijos y a su esposo para relacionarse sentimentalmente con un delincuente, iniciando así una nueva, lujosa, divertida y reprochable vida la cual discurría en medio de acciones delictivas, libaciones de finas bebidas y eróticas sesiones de braguetiles romerías. Que mientras ella disfrutaba de ese mundo de ensueños, la pobreza arropaba el hogar de sus inválidos y ancianos padres, a los cuales también abandonó. En fin, que nunca una niña debería aspirar a ser como Sobeida, pues se trata de una mala madre, mala hija, mala esposa y mala dominicana, vale decir, una mujer irresponsable, sin vergüenza, sin principios y sin valores.
Yo no sé si la pequeña Nicol realmente entendió mis palabras. Sí sé que por unos minutos se quedó bastante pensativa, y que finalmente me dijo, con su ternura habitual:
“- Tío, ya yo no quiero ser como Sobeida”
Destruir los ídolos de barro creados por los medios de comunicación social de la República Dominicana, debe ser una tarea permanente de todos aquellos que creemos que todavía existen valores y principios.
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