Quienes diseñaron la agenda del Presidente para que las inauguraciones coincidieran con las festividades del 16, perdieron de vista que lo iban a someter a una presión adicional. La prensa no lo ha destacado, pero los paracaidistas son más ahora que en ocasiones anteriores. No sólo se trata de los que quieren estar donde el capitán los vea, sino los que quieren ver al capitán. Entre estos últimos hay que contar a los perredeístas que dieron el salto al final, cuando ya todos los furgones se habían repartido y no quedaba más que la ilusión de que el mandatario tuviera buena memoria y no se olvidara de aquellos que apoyaron la causa a cambio de nada. Ellos han visto al Jefe del Estado, y han hablado con el apresuramiento propio de la circunstancia, y no tienen nada seguro. Además, la prudencia aconseja no pasarse de la raya. El afán es por el temor de que los reformistas que al igual que ellos no han guisado, se les adelanten y se lleven la comida, la estufa y la sartén. De ahí que anden con su botellita de agua, se humedezcan la boca a cada momento, aunque saben que el problema no será de saliva, sino de hojaldre. *Tomado de: Diario Libre.
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