Debe ser la mayor de las incapacidades que un ministerio, o un gobierno o un país no pueda repartir leche en un desayuno escolar sin que se intoxiquen los alumnos. En el papel se habla de un gasto diario de 17 millones de pesos, que vaya usted a saber cuánto será en la realidad, pero sin duda mucho. La cantidad de escuelas, alumnos, suplidores, zonas, intereses, ocultamientos y complicidades es para desbordar cualquier contabilidad y volverse loco el más cuerdo. Sin embargo, no hay destitución, ni cancelaciones, ni sometimientos, y mucho menos juicio y condena. Simplemente que este es un país muy especial: Se tiene el cadáver, el arma homicida, los implicados, y nadie sabe por qué mataron a la fiscal. Esta semana se empezó a servir "pan vacío", que ni en los monasterios de la Edad Media, a esa burla se le sigue llamando desayuno escolar, y se espera que los niños lo tomen sin chistar, porque lo que importa es que "a caballo dado, no se le mira colmillo". Piensan que si se lo comen con hambre, le sabrá a gusto, pues según un proverbio, "el alma hambrienta aun lo amargo tomará por dulce".
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