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Apodos que se roban el nombre


En un grupo de amigos uno de los muchos hacía muecas constantes con la boca, y cuando se le preguntó qué le pasaba, sin siquiera pestañar, a boca de jarro, dijo: ‘estoy ma’cando chicle’. De eso hace más de 20 años y todavía a Freddy le dicen ‘el maca chicle’ y así seguirá siendo hasta el día de su muerte

Por Johan Rosario

En la sala de espera de un consultorio médico la secretaria llama insistentemente a José Francisco Encarnación porque llegó la hora de su turno. Nadie responde, y ella decide darle la oportunidad al próximo paciente de su lista. Cuando la persona se apresura a pasar, un señor se para y con rostro crispado le enrostra que él llegó primero, y que era un irrespeto de ella brincarse su turno. Sorprendida, pregunta la secretaria: ¿señor, cuál es su nombre?, a lo que éste contesta rápidamente: Fico. Inteligentemente ella reacciona y  pregunta otra vez: “por casualidad su nombre de pila es José Francisco Encarnación?". Lo pensó un poco y luego con un dejo de vergüenza le respondió, “sí, ese es mi nombre, Dios mío es que estoy tan acostumbrado a que me digan Fico, que hasta se me olvida cómo me llamo”. Con esta anécdota, el sociólogo Juan Pablo Pujols explica cuán importante se tornan los apodos, al punto no sólo de sustituir al nombre, sino también de influir en la personalidad del individuo. Su uso siempre ha existido, sobre todo en América Latina. Pujols comenta que el uso de los sobrenombres siempre tiene un porqué. Cuando no es que se deriva del nombre de pila de la persona, es que lo impone alguien en la familia. Pero también la ocurrencia de una situación puede desatar un apodo imborrable.
Una anécdota explica esto. “En un grupo de amigos uno de los muchos hacía muecas constantes con la boca, y cuando se le preguntó sobre lo que le pasaba, dijo ‘estoy ma’cando chicle’. De eso hace más de 20 años y todavía a Freddy, le decimos ‘maca chicle’ y eso será hasta que se muera”, comenta Pujols. Hasta la procedencia del pueblo de donde viene la persona, puede originar un apodo. Y tiene razón el sociólogo. Una vez se estampa el sobrenombre, comienza la gente a desplazar el nombre propio, al punto que son frecuentes los casos en los que, por ejemplo, una persona llama por teléfono a la casa de Eladio y cuando pregunta por él, le contestan que ahí no vive nadie que se llame así. Pero resulta que esa era una llamada importante, y cuando Eladio pregunta que si le llamaron, le dicen que no, porque obviamente nadie ha preguntado por Moreno. Lo propio ocurre con José Báez, otro lugareño de Haverstraw cuyo apodo es Oché, a quien dificilmente nadie identifique por su nombre de pila, pero si se invoca el apodo capaz que aparece incluso hasta quien sepa su fecha de nacimiento y los números que juega en la lotería.

Lo sicológico

La parte sicológica también cuenta cuando se habla de apodos, sobre todo cuando se estima que éstos influyen en la personalidad de quien los lleve. En tal sentido, Altagracia Rojas, profesional de la conducta, asegura que definitivamente los sobrenombres al igual que los nombres, tienen una gran incidencia en la forma de ser de las personas. Sin embargo, aclara que esto no se da en todos los casos, pues hay quienes con un nombre fuerte, hacen gala de un carácter débil o quebrantable. Cuando se refiere a la influencia, explica el concepto con un ejemplo, “a una mujer que le digan “La Gonga”, como le apodan a una joven que conozco, indiscutiblemente, que el sobrenombre hace alusión a una persona con cierto tigueraje, por decirlo en buen dominicano”. Entonces reflexiona, que de esa manera también será tratada, y que de acuerdo a cómo la traten, así será su accionar. Es como si se tratara de un círculo vicioso. “Yo te trato como te dicen y tu actúas como te tratan”, puntualiza Rojas. Sostiene que es tan complejo el asunto de los nombres y los sobrenombres, que hasta cuando se tiene un nombre más que raro, insólito, la persona tiende a avergonzarse de él y esto en ocasiones, repercute en su forma de ser, convirtiéndolo en una persona tímida. Pero también se da el caso de personas que hasta ellos mismos se burlan de sus nombres, y disfrutan cuando la gente se ríe o se sorprende al escucharlo. Por ejemplo, “los compañeros de escuela de Eustaquia gozaban, cuando al pasar la lista, ella se agachaba debajo de la butaca, disque para que nadie supiera que era ella la dueña de ese nombre. Pero con el relajito, era la líder del curso y todos les decía Eu”, dice Rojas. La sicóloga opina que precisamente esos nombres insólitos o los llamados feos, son los que muchas veces llevan a las personas a auxiliarse de un apodo que, aveces es otro nombre, pero común o más bonito. Aunque no está en contra de los apodos, entiende que hay que saber que éstos pueden hasta frustrar a una persona, sobre todo cuando hacen referencia a un término vulgar. De chiquito, quizás la persona lo acepte o responda cuando se le llama por él, pero después de crecer, puede que se rebele para que le digan su nombre propio. Y es, que según expresa, tanto los apodos como los nombres insólitos, pueden incidir hasta en el éxito de una persona. Por ello es que considera que al menos respecto a los apodos, debe tenerse en cuenta cuándo llamar a una persona por un sobrenombre y cuándo hacerlo por su nombre propio. Entiende que algunos son cariñosos y hasta graciosos, pero que hay otros, sobre todo los que están precedidos por un artículo como por ejemplo “La chula”, que tienden a ser un tanto despectivo y de poco respeto. Los que hacen alusión a los defectos físicos suelen ser de muy mal gusto y en ocasiones hasta hirientes, que pueden causar hasta un daño emocional.

Nombres insólitos

En su página jose.llibre.googlepages.com, José Llibre ofrece una larga lista de nombres insólitos dominicanos, y aprovechamos para tomar 15 de éstos, como una mínima muestra de cuán raros pueden ser.

Acoronda, Abenego, Baldolindo, Benedora, Castawanda, Casalinoabo, Regustiano, Raidacela, Reutiquio, Yafraida, Ybonia, Ycila, Umildo, Ubardina, Yaquilandia

Algunos apodos:

Chemba, Caco, Pozongo, Tolete, Monga, Bocachula, Mami, Tatiloso, Capullo, Mañengo, Colorao, El Matatán, Neco, Chamo, Conchú, Sobao, Ñuñú, El Ocho, Cuco, Jalao, Mamey, Jormiguita, Kiki, Teque, Chino, Tolaigo, (entre muchísimos otros para los que se haría necesario una lista inacabable).

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