Editorial de El nacional de hoy sobre la álgida pugna que mantienen las nuevas autoridades de Azua con la Iglesia católica, a propósito de las fiestas patronales en esa ciudad del Sur dominicano.
El conflicto entre sacerdotes de la Iglesia Nuestra Señora de los Remedios y el alcalde de Azua, por la oposición de los religiosos a que las fiestas patronales se celebren en el parque central, asemeja esa comunidad al Macondo de la novela, donde todas las cosas estaban por descubrirse y reglamentarse la vida en sociedad. Los sacerdotes Pedro Mateo y Rafael Delgado Fernández suspendieron los cultos y montaron una vigilia junto a decenas de feligreses frente al templo católico ubicado en una de las vías laterales del parque, en protesta porque el alcalde, Rafael Hidalgo Fernández, autorizó el montaje de carpas y ventas de bebidas alcohólicas en ese lugar. Las fiestas patronales constituyen un legado del catolicismo que con el paso de los años han tenido que convivir con formas de paganismo o manifestaciones laicas que afloran de la cultura popular, o que reflejan degradaciones sociales, como alcoholismo, drogas, sexualidad desenfrenada y violencia. Esas abigarradas celebraciones confluyen siempre en los lugares de cotidiana confluencia o reunión de las comunidades, como son los parques, donde también por tradición se levantan las iglesias, las estaciones de bomberos, de policía, alcaldías y clubes sociales. Resulta difícil para cualquier denominación religiosa conjurar esos males sociales con nuevas formas de inquisición o condenando al ostracismo la celebración de las fiestas patronales que nacieron en el seno del catolicismo, aunque hoy han devenido en chercha o ruidosas parrandas. Lo aconsejable sería que los sacerdotes y autoridades edilicias acerquen voluntades para que el montaje de esas patronales no se constituya en un irrespeto a la Iglesia, al tiempo que se preserve la prerrogativa de la feligresía a cultivar su fe y de los demás a ejercer el derecho terrenal al ocio sano. Las autoridades policiales podrían ayudar a ese deseado acuerdo con el ofrecimiento de plena garantía de que no permitirán tumultos, ruidos innecesarios, atentado al pudor ni ninguna otra violación al orden público. La Iglesia Católica y las patronales han convivido por siglos, por lo que solo se requiere de buena voluntad, comprensión, respeto al derecho ajeno y acendrado civismo para que en el parque de Azua se celebre tan antigua tradición y que al final los feligreses participen jubilosos en la procesión de la Virgen de los Remedios. Al César lo que es del César; a Dios, lo que es de Dios.
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